CUENTO



Fonchito Y la Luna - Mario Vargas Llosa




Fonchito se moría de ganas de besar las mejillas de Nereida, la niña más bonita de su clase.

Nereida tenía unos ojos grandes y muy vivos, una naricilla respingada, unos cabellos negrísimos y una tez blanca como la nieve que debía ser –pensaba Fonchito- más suave que la seda.

Un día, durante el recreo, se atrevió a acercarse a ella y, sin que lo oyeran sus compañeros que jugaban alrededor, le dijo: -Me gustaría darte un beso en la mejilla. ¿Me dejarías?
Nereida, ruborizándose ligeramente, lo miró muy seria antes de responder:

-Te dejaré si bajas la luna y me la regalas.

Fonchito se quedó tristón y desmoralizado.

¿Qué significaba esa respuesta sino que Nereida nunca le permitiría besarla en la mejilla?
Pero desde entonces empezó a hacer algo que no había hecho nunca antes: pasarse mucho rato mirando la Luna embobado desde el balcón o la azotea de su casa. Es decir, cuando la luna salía, lo que ocurre rara vez en la ciudad de Lima, cuyo cielo suele estar cubierto de nubes muchos meses del año.

Uno de esos raros días en que lucía en el cielo limeño una Luna redonda como un queso, luego de estarla contemplando mucho rato, Fonchito, dando un suspiro, se disponía a bajar a su cuarto a acostarse.

Y en eso, con un aceleramiento del corazón advirtió de pronto que la Luna no solo estaba en el cielo sino también a sus pies, reflejada en el balde-regadera que usaba Don Rigoberto, su padre, para regar los maceteros con geranios que daban color y vida a la azotea de su casa.

Se fue a acostar, feliz y agradecido a la casualidad o a los dioses, porque, estaba seguro, había encontrado la manera de cumplir con la exigencia de Nereida.
Al día siguiente se lo dijo, en el recreo de la media mañana:

-Ya está, ya sé como bajarte la luna y regalártela. ¿Cuándo podría ir a tu casa de noche, a la hora que sale la luna?

-Nunca- le respondió Nereida-, salvo un jueves. Porque los jueves mi papá se va al club con sus amigos y mi mamá juega al bridge con sus amigas.

El siguiente jueves, Fonchito se presentó en casa de Nereida al anochecer. La niña, a pedido de él, lo llevó a la terraza. Fonchito observó el cielo y sonrió. Tenía suerte: ahí estaba, amarilla y redonda, refulgiendo con un brillo pícaro.

Entonces le pidió a su amiga que le trajera un lavador o una olla llena de agua. Nereida lo hizo. Y se quedó observándolo intrigada. Fonchito cogió el recipiente, miró el cielo, se movió por la terraza buscando el lugar más adecuado y, por fin, depositó el lavador en el suelo. Con la mano, hizo que su amiga se acercara.

Cuando Nereida llegó junto a él y miró lo que la mano de Fonchito señalaba, vio en el fondo del recipiente, temblando levemente con el movimiento del agua, una pequeña Luna redonda y amarilla. Estuvo mirándola mucho rato sin decir nada y sin mirar a su amigo.

Fonchito se preguntaba si el corazón de Nereida estaría golpeándole el pecho tan fuerte como su corazón golpeaba el suyo.

Supo que sí cuando Nereida, todavía sin mirarlo, le acercó la cara para que la besara en la mejilla.

Análisis


Fabula: Un niño llamado Fonchito quiere darle un beso a la chica que le gusta. Este le pregunta a ella si acepta que le dé el beso en la mejilla, a lo que ella accede solo con una condición que es que este le baje la luna. Así Fonchito buscara la manera de bajarle la luna para lograr su objetivo.


Escenario: En la escuela y en la casa de Nereida.

Tema: Amor infantil.

Atmosfera: Ternura debido que es un niño que quiere lograr un objetivo tan dulce.

Tiempo cronológico: La narración se da en orden y sucede en el transcurso de 4 días, específicamente de lunes a jueves. Ya que el día jueves es cuando cumplirá su promesa.

Característica psicológica:Los personajes son redondos y evolutivos ya que la niña accede a que Fonchito le puede dar el beso en la mejilla.

Personajes: Fonchito, Nereida y la luna.

Estructura: Tradicional, porque consta de inicio, nudo y desenlace, sin alteración del tiempo.

Recursos descriptivos: Se nota la etopeya.

Diálogos: Directos. Los personajes intervienen y cuando ellos hablan se utiliza guion mayor. El cuento “Fonchito Y la Luna” de Mario Vargas Llosa, es un tanto romántico y lleno de ternura. Ya que los protagonistas son niños (no se especifica la edad), la ternura llega a tan solo empezar el cuento ya que nos dicen que el niño llamado Fonchito desea con todas las ganas besar en la mejilla a su enamorada. Le propone lo del beso pero esta le da una conclusión algo fantasiosa y es que le recibirá el beso, si este le baja la luna. En una noche Fonchito piensa, re piensa y re piensa hasta que llega a una solución y de una manera creativa logra bajarle la luna, esta admirada no puede hacer más y solo accede a que este la bese. La creatividad es importante y eficaz cuando se tiene un deseo.

Espantos de Agosto - Gabriel García Márquez


Llegamos a Arezzo un poco antes del mediodía, y perdimos más de dos horas buscando el castillo renacentista que el escritor venezolano Miguel Otero Silva había comprado en aquel recodo idílico de la campiña toscana. Era un domingo de principios de agosto, ardiente y bullicioso, y no era fácil encontrar a alguien que supiera algo en las calles abarrotadas de turistas. Al cabo de muchas tentativas inútiles volvimos al automóvil, abandonamos la ciudad por un sendero de cipreses sin indicaciones viales, y una vieja pastora de gansos nos indicó con precisión dónde estaba el castillo. Antes de despedirse nos preguntó si pensábamos dormir allí, y le contestamos, como lo teníamos previsto, que sólo íbamos a almorzar.

-Menos mal -dijo ella- porque en esa casa espantan.

Mi esposa y yo, que no creemos en aparecidos del medio día, nos burlamos de su credulidad. Pero nuestros dos hijos, de nueve y siete años, se pusieron dichosos con la idea de conocer un fantasma de cuerpo presente.

Miguel Otero Silva, que además de buen escritor era un anfitrión espléndido y un comedor refinado, nos esperaba con un almuerzo de nunca olvidar. Como se nos había hecho tarde no tuvimos tiempo de conocer el interior del castillo antes de sentarnos a la mesa, pero su aspecto desde fuera no tenía nada de pavoroso, y cualquier inquietud se disipaba con la visión completa de la ciudad desde la terraza florida donde estábamos almorzando. Era difícil creer que en aquella colina de casas encaramadas, donde apenas cabían noventa mil personas, hubieran nacido tantos hombres de genio perdurable. Sin embargo, Miguel Otero Silva nos dijo con su humor caribe que ninguno de tantos era el más insigne de Arezzo.

-El más grande -sentenció- fue Ludovico.

Así, sin apellidos: Ludovico, el gran señor de las artes y de la guerra, que había construido aquel castillo de su desgracia, y de quien Miguel nos habló durante todo el almuerzo. Nos habló de su poder inmenso, de su amor contrariado y de su muerte espantosa. Nos contó cómo fue que en un instante de locura del corazón había apuñalado a su dama en el lecho donde acababan de amarse, y luego azuzó contra sí mismo a sus feroces perros de guerra que lo despedazaron a dentelladas. Nos aseguró, muy en serio, que a partir de la media noche el espectro de Ludovico deambulaba por la casa en tinieblas tratando de conseguir el sosiego en su purgatorio de amor.

El castillo, en realidad, era inmenso y sombrío. Pero a pleno día, con el estómago lleno y el corazón contento, el relato de Miguel no podía parecer sino una broma como tantas otras suyas para entretener a sus invitados. Los ochenta y dos cuartos que recorrimos sin asombro después de la siesta, habían padecido toda clase de mudanzas de sus dueños sucesivos. Miguel había restaurado por completo la planta baja y se había hecho construir un dormitorio moderno con suelos de mármol e instalaciones para sauna y cultura física, y la terraza de flores intensas donde habíamos almorzado. La segunda planta, que había sido la más usada en el curso de los siglos, era una sucesión de cuartos sin ningún carácter, con muebles de diferentes épocas abandonados a su suerte. Pero en la última se conservaba una habitación intacta por donde el tiempo se había olvidado de pasar. Era el dormitorio de Ludovico.

Fue un instante mágico. Allí estaba la cama de cortinas bordadas con hilos de oro, y el sobrecama de prodigios de pasamanería todavía acartonado por la sangre seca de la amante sacrificada. Estaba la chimenea con las cenizas heladas y el último leño convertido en piedra, el armario con sus armas bien cebadas, y el retrato al óleo del caballero pensativo en un marco de oro, pintado por alguno de los maestros florentinos que no tuvieron la fortuna de sobrevivir a su tiempo. Sin embargo, lo que más me impresionó fue el olor de fresas recientes que permanecía estancado sin explicación posible en el ámbito del dormitorio.

Los días del verano son largos y parsimoniosos en la Toscana, y el horizonte se mantiene en su sitio hasta las nueve de la noche. Cuando terminamos de conocer el castillo eran más de las cinco, pero Miguel insistió en llevarnos a ver los frescos de Piero della Francesca en la Iglesia de San Francisco, luego nos tomamos un café bien conversado bajo las pérgolas de la plaza, y cuando regresamos para recoger las maletas encontramos la cena servida. De modo que nos quedamos a cenar.

Mientras lo hacíamos, bajo un cielo malva con una sola estrella, los niños prendieron unas antorchas en la cocina, y se fueron a explorar las tinieblas en los pisos altos. Desde la mesa oíamos sus galopes de caballos cerreros por las escaleras, los lamentos de las puertas, los gritos felices llamando a Ludovico en los cuartos tenebrosos. Fue a ellos a quienes se les ocurrió la mala idea de quedarnos a dormir. Miguel Otero Silva los apoyó encantado, y nosotros no tuvimos el valor civil de decirles que no.

Al contrario de lo que yo temía, dormimos muy bien, mi esposa y yo en un dormitorio de la planta baja y mis hijos en el cuarto contiguo. Ambos habían sido modernizados y no tenían nada de tenebrosos. Mientras trataba de conseguir el sueño conté los doce toques insomnes del reloj de péndulo de la sala, y me acordé de la advertencia pavorosa de la pastora de gansos. Pero estábamos tan cansados que nos dormimos muy pronto, en un sueño denso y continuo, y desperté después de las siete con un sol espléndido entre las enredaderas de la ventana. A mi lado, mi esposa navegaba en el mar apacible de los inocentes. “Qué tontería -me dije-, que alguien siga creyendo en fantasmas por estos tiempos”. Sólo entonces me estremeció el olor de fresas recién cortadas, y vi la chimenea con las cenizas frías y el último leño convertido en piedra, y el retrato del caballero triste que nos miraba desde tres siglos antes en el marco de oro. Pues no estábamos en la alcoba de la planta baja donde nos habíamos acostado la noche anterior, sino en el dormitorio de Ludovico, bajo la cornisa y las cortinas polvorientas y las sábanas empapadas de sangre todavía caliente de su cama maldita.


Análisis


Fabula: Una familia está de viaje y llegan al medio día a un lugar llamado de Arezzo, con hambre deciden ir a una especie de hotel pero una persona les advierte que en la noche en ese lugar espantan. Por percances de la vida tendrán que pasar la noche en ese lugar y quedaran impactados por lo que sucede en ese lugar.

Escenario: En un castillo de Arezzo.

Tema: Terror y suspenso.

Atmosfera: Terror, porque es un castillo un poco tenebroso y no se sabe que va a pasar.
Tiempo cronológico: La narración se da en orden y todo sucede en una tarde y una noche hasta el día siguiente.

Característica psicológica: Los personajes son redondos y un tanto superficiales porque no trascienden a ningún lado, más que a asustarse por la sorpresa que se llevaron al final.

Personajes: El esposo, su esposa, sus dos hijos y Miguel Otero Silva.

Secundarios: La pastoras de gansos. 

Estructura: Tradicional, porque consta de inicio, nudo y desenlace, sin alteración del tiempo.

Recursos descriptivos: Se nota la etopeya.

Diálogos: Directos. Los personajes intervienen y cuando ellos hablan se utiliza guion mayor.
El cuento “Espantos en Agosto” escrito por Gabriel García Márquez es una obra de terror que se desarrolla en tan solo un día y muestra a una familia cuyo fin es pasar un viaje agradable. Aunque la obra se siente un tanto fluido, no llega a dar tanto miedo ya que el desenlace de la misma se siente plano, si sorprende pero no del todo. Ya que es algo predecible y la narrativa es bastante buena.

 ¿Vales lo que tienes? Gustavo Fingier


Felipe era un hombre humilde, que trabajaba en su pequeña herrería. En su pueblo era marginado por su situación social.

Cansado de los desprecios, un día confió a su amigo Pedro, con la condición de que guardara muy bien su secreto, que había heredado una gran fortuna, que seguía con la herrería porque le gustaba el trabajo, y que nadie debía enterarse de su herencia puesto que todos recurrirían a él por su dinero.

Pedro esa misma noche se lo comentó a su esposa, pidiéndole antes discreción. En pocos días todo el pueblo lo sabía, pero nadie decía nada porque era un secreto.

Felipe comenzó a ser invitado a las fiestas del pueblo, pero se negaba a concurrir. Finalmente, por pedido de un grupo representativo y del propio Alcalde, comenzó a participar de las distintas reuniones.

La forma en que era tratado distaba mucho del que recibía el humilde herrero.
Más tarde fue elegido para integrar el Consejo del pueblo.

El Banco le dio un préstamo para modernizar su taller sin pedirle garantías. Cada vez tenía más trabajo y con su vida sencilla, llegó a ser una persona adinerada.

Con el tiempo se hizo tan importante, que se convirtió en Alcalde. Un día, en una conversación entre amigos, con las personalidades más importantes del pueblo, uno de ellos se animó y le confesó:

–Debo ser sincero con vos, todos conocemos tu secreto, sabemos de la fortuna que heredaste.

–En honor a tu sinceridad, les diré la verdad. Nunca existió dicha fortuna.

Análisis

Fabula: Un herrero marginado por la sociedad en donde vive,  decide contar un secreto sobre él. Y es que el secreto es que el heredara una gran fortuna y decide contárselo a alguien. En un corto tiempo se da a conocer en el pueblo y el herrero marginado ahora es tratado mucho mejor.

Escenario: Un pueblo, (no se especifica el nombre, ni la ubicación).

Tema: La hipocresía.

Atmosfera: Un ambiente hostil pero todo eso va cambiando, cuando se entera el pueblo que el humilde herrero será rico.

Tiempo cronológico: La narración se da en orden y todo sucede de principio a fin sin tener una alteración.  

Característica psicológica: El personaje es un poco intrigante, ya que trata de que todos lo traten bien y solo lo logra al revelar un secreto.  

Personajes: El herrero.

Secundarios: Pedro, su esposa y el pueblo  .

Estructura: Tradicional, porque consta de inicio, nudo y desenlace, sin alteración del tiempo.

Recursos descriptivos: Se nota la etopeya.

Diálogos: Directos. Los personajes intervienen y cuando ellos hablan se utiliza guion mayor. El cuento “¿Vales lo que tienes?” escrito por Gustavo Fingier, es bastante interesante, ya que vemos a un protagonista marginado, y las personas pueden llegar a identificarse  rápidamente con él. Después  vemos como este, cuenta su máximo secreto y es ahí donde la trama toma un curso diferente.

Todas las personas lo empiezan a tratar mejor al humilde herrero y esto pasa con todos los del pueblo, a tal punto que hasta llega a ser alcalde del pueblo. Se puede ver el interés de las personas por la fortuna del herrero, y no por el herrero en sí.
Se pone aún mejor cuando este, revela que la fortuna a heredar es una mentira.




Pablo Cesar Leopoldo López Romero - 201718157

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